Jorge Halperín
Inundado de noticias sobre las internas partidarias, sobre la Argentina corporativa y sobre la lucha por sobrevivir que emprende torpemente un gobierno de transición, uno se pregunta cuanto de todo ese material de los medios le sirve para explicar lo que paso y lo que puede pasar. Y se hace mas preguntas.. Hace poco, Carlos Quenan, un economista argentino que trabaja en Francia y estuvo aca, dijo que, si bien la crisis argentina es, en esencia, una crisis financiera, es muy diferente de todas las últimas crisis mundiales porque no afectó sólo a la economía sino que se extendió a la política y a las instituciones.
Desde 1995 hubo en America Latina, en Asia y tambien en Europa unas 10 crisis economicas que, en general, son atribuidas a la fuerza disgregadora del capitalismo financiero. Sin embargo, practicamente el unico lugar en que la crisis no fue sólo crisis económica es la Argentina (podemos decir que en Rusia e Indonesia hubo fuertes repercusiones políticas, pero en Argentina directamente el estallido conmovio todo). Bueno, ahí esta la pregunta: ¿por que aquí la crisis se extendio al resto de las instituciones y quebro la confianza en los dirigentes? . ¿Fue porque aquí hubo mucha corrupción? Bueno, Argentina no es el único país que tiene corrupción. Es mas, existen en el mundo paises con elevada corrupción y éxito economico. Todos dicen: es que aquí sucedió que la convertibilidad terminó por arruinar a la economía argentina y la salida de la convertibilidad fue catastrófica.
Está bien, pero lo que no se comprende es por que en la Argentina no se pudo hacer como en la mayoria de los otros paises que sufrieron crisis, encapsularla en los limites de la economia. Por que, ademas, uno observa al mundo político pendiente de las proximas elecciones pero tambien advierte que a nadie se le cae una sola idea de cómo salir de la crisis. La pregunta es, ¿por qué estamos perplejos, con dirigencias que no atinan a encontrar la salida?¿por que, por otra parte, se advierte un clima general dominado por la resignación?
Entonces, como en los ultimos años estuve trabajando el fenómeno de las creencias, me parece encontrar una dimension distinta que podria aportar algunas claves. Cuando en 1966 yo tenia 18 años y cursaba el ingreso a la carrera de Derecho, carrera que después no continue, recuerdo que un profesor hablaba del significado de la democracia citando el ejemplo de los ingleses. Según el, cada mañana los ingleses se quedaban tranquilos al leer en el diario que vivian en una democracia, aunque no se pusieran a pensar demasiado que quiere decir eso. El comentario del profesor no era inocente. En ese momento nosotros estábamos bajo una dictadura y aquel profesor fue poco después ministro de Ongañía. La Facultad de Derecho proveia entonces mucha materia gris a las dictaduras, y la sociedad todavía no era tan mediatica aunque muchos medios argentinos trabajaron, como se sabe, para echar al gobierno de Arturo Illia.
Sin embargo, aquel comentario llamaba la atención sobre un fenómeno bastante descuidado: el papel de las creencias en la vida política. La idea que quiero transmitirles es que cuando una sociedad se embarca en determinada política económica no se trata de un hecho meramente económico. Para ir al punto, quiero decir que, aunque la convertibilidad sólo la entienden los economistas y la mayoría de la gente solo comprende la idea del 1 por 1 con el dólar, yo creo que no fue sólamente el gobierno de Menem y luego el de De la Rúa que compraron la formula de la convertibilidad. Fue toda la sociedad, fuimos todos. Quiero decir que la convertibilidad no fue simplemente una política económica. Fue una fórmula de vida que la sociedad argentina sintió que la sustrajo del derrumbe hiper inflacionario y le hizo vivir unos 10 años de estabilidad – que era uno de los reclamos mas largamente sentidos -. Diez años de horizontes previsibles, de acceso a bienes importados, de acceso para muchos a viajar por el mundo, o sea de acceso simbolico al Primer Mundo. Todos, cada sector social, sintieron que un tipo encontró una receta que funcionaba maravillosamente. La convertibilidad fue una suerte de partido político con consenso general. Por eso, aunque muchos economistas que entreviste este año dentro y fuera del país me dicen que desde 1997 ya estaba claro que Argentina no tenia salida si no abandonaba la convertibilidad, cuando en 1999 mucha gente queria sacar a Menem del escenario político y apoyaba a la Alianza, los lideres de esta coalición se vieron obligados a aclarar que no iban a tocar la convertibilidad. Y fue también por eso que el año pasado, cuando Machinea ya no podia con el barco de la economía, fue un lider del centro izquierda quien convenció a De la Rúa de que Cavallo era el único que nos podía salvar de la crisis.
Casi me atrevo a decir que, detrás de la espera angustiante de hoy de que el FMI firme el acuerdo con la Argentina tambien esta la fantasia de reconstruir la convertibilidad que, como todos saben, tuvo como pieza clave los creditos del exterior. No es casual que Carlos Menem prometa retornar al 1 por 1.
Desde luego que no estoy hablando a favor de la convertibilidad. Hay pocos dudas de que fue, al final, la causa de nuestra ruina. Pero fue como el chocolate, que los médicos nos previenen que es un veneno a largo plazo, pero que mientras lo comemos sentimos que probamos las cosas buenas de la vida.
La convertibilidad fue un artificio sostenido en una burbuja financiera, pero actuó como una creencia profundamente arraigada en la sociedad, algo que a la gente le funcionaba, y ahora que nos deshicimos de ella es como si recien nos diéramos cuenta de que estamos desnudos. Nos sentimos como huérfanos, nos quedamos sin nada para reemplazar aquella fórmula que funcionó tanto que nos resultaba bastante indiferente que hubiera corrupción y que aumentara el número de pobres. Como se dice vulgarmente, nos bajaron de un hondazo.
Me parece visible que, cuando la convertibilidad parecia funcionar a las maravillas, la Suprema Corte de Justicia dócil a Menem, las sospechas de corrupción y el autismo de la clase política no eran una preocupación central para la gente. En el fondo, era como si una conciencia popular dijera por lo bajo: bueno, esta maquina funciona largando mal olor, pero funciona; no toquemos nada, no vaya a ser que rompamos la maquina. Que la corrupción era funcional al modo en que se privatizo y se condujeron los negocios en el menemismo es algo sabido por todos, del mismo modo que 15 años antes se sabia que el gobierno militar estaba haciendo un trabajo muy sucio aunque todos preferian ignorar los detalles. Quiero decir con esto que si no se puede avanzar mas en la lucha contra la corrupción es porque la sociedad tiene un determinado grado de tolerancia, lo considera como un problema indeseable que acompaña el funcionamiento de las instituciones.
Y concluyo con esto que las creencias juegan un papel fundamental en el rumbo que toma la sociedad. Creo que parte de la angustia, la furia y la resignación que experimentan hoy millones de argentinos tiene que ver con que colapso una creencia generalizada. Se tolero la corrupción en aras de un mundo mejor prometido por la convertibilidad, rozado durante algunos años, y hoy ese mundo prometido se desvanecio. Sabemos ahora que estabamos viviendo de manera equivocada, y que que el mal olor de la maquina no era simplemente un problema de olfato: algo estaba podrido e ibamos a pagar un precio por eso.
Por eso creo que gran parte del enojo general se debe a que vivimos diez años con una formula que parecia que daba resultado y ahora no sabemos como reemplazarla. Entonces, ahora, la corrupción y el autismo de las dirigencias molestan mucho mas.
No estoy diciendo que las creencias lo expliquen todo. Si miramos la realidad argentina en terminos de actores, al pensar en los actores economicos observamos que la alianza hegemonizada durante una decada por el capital financiero dejo paso a un quiebre, a la desarticulación y el repliegue empresarios, en un marco en que incluso grandes grupos económicos venden activos y no se observa aun un nuevo consenso. Si ponemos la mira en los actores políticos, las dos fuerzas que conformaron la Alianza estan en virtual desaparición, Elisa Carrio aparece capturando astillas de la Alianza y presentándose como la partera de un nuevo orden que no atina a definir, y el peronismo se muestra como esa fuerza política esponja, con capacidad para absorber todos sus graves errores políticos y aspirar de nuevo al poder, mostrando varios rostros. Pero, no nos engañamos, es un orden político muy debil.
Un orden político muy debil marcado principalmente por este gobierno de transicion que primero ejecuta una devaluación salvaje, con una impresionante transferencia de riqueza, luego ofrece válvulas de escape a ahorristas, pobres e indigentes, deudores pesificados, entre ellos algunos grandes deudores, y cede frente a distintos lobbyes.
Las creencias desde luego no explican todo, pero echarles un vistazo nos pone frente a un actor menos observado en los análisis: me refiero a la propia sociedad que otorga o no consenso, tolera, consiente, apoya o empuja y brinda el marco ideológico en el que disputan los otros actores.
Ahora, hay que despertarse y construir no una nueva burbuja sino una fórmula que funcione para un país que tiene más de la mitad de sus habitantes en la pobreza pero que todavía tiene enormes recursos. Y hay que mirar a las creencias colectivas. Una formula de reconstruccion no puede ser solo economica, nunca lo es. Entre otras razones por las que debemos despedir para siempre la cultura de la convertibilidad, ademas de ser inviable, es que se trataba de un modelo plagado de exclusión. Reconstruir la Argentina supone entonces plantear un cambio etico, una etica de la sociedad y de sus instituciones, una ética de la transparencia pero también un querer vivir en un lugar que sea mas digno para el conjunto.