Luis E. Bilbao
Sé que para estar a tono con este encuentro, debo quejarme.
Sé también que voy a hacerlo con el afecto duradero decantado al cabo de una vida compartida con muchos de los presentes.
Pero el Presidente de la Fundación Proyecto al Sur, Psic. Carlos Bruck, me ha pedido que lo acompañe en la presentación en La Plata del tercer volumen de la revista “Mal/estar” que publica esta organización y con ello nos ha condenado a todos. A mí a escribir algunas cosas, y aun más a ustedes que, sin otro remedio, tendrán que escucharlas. Pero, prometo, serán breves.
Tal vez hubiéramos podido evitar esta condena si se tratara de una presentación de compromiso. Pero no tenemos esta opción para una producción realizada desde los márgenes del Psicoanálisis y la Cultura. El devenir histórico-social ha colocado otra vez todos los márgenes muy cerca de los extremos, y ellos se nos presentan en lo cotidiano nuevamente como una desmesura de la que nadie escapa.
Daré un ejemplo que no pretende ser ingrávido, pero si fue elegido para que sus cargas pesaran poco, ya que provienen del espectáculo.
Hace poco tiempo, en el Estadio Unico de La Plata, Serrat Sinfónico chocaba inevitablemte el sonido de sus canciones con el sonido de la Cumbia Villera de la 25. Rodaba por el aire sin que nada pudiera frenar el extraño sincretismo sonoro que se generaba. Todo era una fiesta.
Licencias cruzadas, el mismo día, a la misma hora, en medio de una llovizna impiadosa que no diferenciaba, en la noche, entre los que escuchaban desde un margen u otro ambos espectáculos que se ofrecían inmersos y hermanados en una felinesca y prometedora fumata de choripanes.
Pero al menos allí, se trataba del sonido, y de lo que por medio de él resonaba. Aún no había ninguna quema de cubiertas humeantes, ni la lumbre de alguna manifestación de velas encendidas.
Definidas estas condiciones, me quedará entonces el derecho, o al menos el lugar, para quejarme viciosamente, y manifestar aquí mi mezquino malestar de presentador ?..O deberé perder toda esperanza, y renunciar a este posible espacio para hacerlo ?..
Podría hacer el intento de comenzar mi queja diciendo que es mucho dos veces en poco tiempo. Por nada de dinero. Aunque mi amigo diga que en algunos lugares los presentadores pagan por hacer presentaciones. Seguramente lo dice para no pagar. Aunque ya sabemos que los que leen, en general no ganan. Además la Revista ya fue comentada en diversos medios culturales que destacaron sus escritos. Para qué más, Carlos.
Pero parece que sí, hay más, que hay cosas que retornan inagotables, o tal vez la amistad y los principios compartidos puedan más, o lo mejor, que debería aceptar algún beneficio inmaterial de la Cultura… O acaso no es que ella baña la animalidad de los presentadores, los limpia y los bautiza en el agua del río. O es que después de esto no recibimos un nombre y renacemos a una vida otra, como algo que todavía no fuimos ?…No es, al fin de cuentas, que mostramos algo de lo que somos al presentar una producción con la que nos identificamos ?.
.No ilusiones tanto, me sugirió una tenue vocecita interior: la presentación alcanza apenas para cubrir el precio de algunos pecados juveniles confesables: la admiración compartida por la fotografía de Robert Capa… La tensa lectura de Gombrowicz. Aquella que nos traía hace años desde un mítico Tandil a la Polonesa, alguien que me gustaría pudiera estar sentado con nosotros.
De todos modos, muy a pesar de la insistente voz, me dispuse para la presentación de la Revista como quien acepta un mandato del Destino: los que alguna vez han ocultado libros, o acompañado hasta el crematorio a alguna biblioteca conocida, saben muy bien que presentar un libro nuevo y sostener la escritura, tiene por si acaso, un sentido especial, que augura la posibilidad de transitar la vida y el trabajo intelectual por un camino digno.
Renacer, nacer de nuevo, presentar y representar un horizonte más iluminado por el amor a la vida. O por el amor, simplemente. Recordar, sin embargo, la fogata de libros en los que aprendimos, retorciéndose con el dolor, y el olor lacerante que deshoja la piel de las criaturas inocentes. Saber a ciencia cierta que este tampoco es un precio menor. Preguntar a los amigos si se trata de una traición repudiable. Alucinar las fotos de la quema de los libros de Freud en la Viena de la pre-guerra. Dar valor y sentido a un texto en un contexto donde todos los valores se encuentran desquiciados. Restarle importancia, desestimar la desaparición de la escritura en el marco de tanta muerte cercana: al fin de cuentas, pensábamos para consolarnos, apenas se trataba de los libros.
Entonces, situado en este punto, no pude más que sobrevolar la veintena de artículos que pueblan la Revista, obligado a leerlos detenidamente. Me acerqué así a la inyección del Goce en la Teoría de la Economía por medio del concepto de Utilidad Marginal en el escrito de Alfredo Cuervo. También a la referencia del XVIII Brumario en el escrito de Grüner, recordándonos las “muchas generaciones de muertos que oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Y desembarqué finalmente en el dossier, donde me detuvo el “Brevisimo tratado sobre la rabia” de Héctor Libertella.
Allí en cortas y contundentes viñetas, que marcan distintos momentos del país separando años con su mirada, el escritor inscribe la figura de una pancarta-frase: “SOMOS LA RABIA”, leída en el 83 u 84, frente al Plaza Hotel. Pancarta sucia, llena de agujeros, refiere, señalando que no se trata de un fenómeno que hable de un país, sino de un país entero, hablando y respirando por esos enormes agujeros.
Sin poder evitarlo, recordé que mi propia Historia Personal del País, comenzó en el agujero de un almanaque colgado en la Biblioteca del pueblo. Decía “Año del Libertador General San Martín”, y yo era un niño junto a mi padre, confrontado a la evocación nacional del Padre de la Patria en el centenario de su muerte. Una evocación en la que me sentí involucrado, y sin saberlo, responsable de su memoria. Con el tiempo, comprobé que no era una experiencia original, y después, todos sabemos, con el Padre y con la Patria, pasaron muchas cosas.
Hablar y respirar por agujeros arrasados, arrasados además, como condición de sostén y permanencia de la estructura, dice la Revista a través de su escritor.
Pregunto:
¿Acaso antes no fuimos, siguiendo la metáfora que aquí propone Libertella, alguna vez, una pancarta arrastrada por la masa manifestante de la calle?..,
Cuantas veces fuimos eso ?…..
Cuantas pancartas fuimos, perforadas, para que la inclemencia del acontecer pudiera colarse sin arrastrarlo todo ?..
Cuantos agujeros en la cabeza le hemos concedido a la inclemencia ?
¿Acaso antes no fuimos la rabia que proclamaba la pancarta, o alguna vez, o ahora, constantemente, como enuncia su escritura rabiosa ?.
Bueno, pensé, para bajar el tono, es que la rabia no era acaso una patología desaparecida ?..Acaso el Ministerio de la Salud no la consideraba casi extinguida en el territorio de nuestra Provincia ?….
O es que los perros dejaron de morder ?……
O es que simplemente pasó a ser una Desaparecida más ?
Todo merced al victorioso combate sostenido por el Ministerio de la Salud.
Pero, estará tan bien desaparecida como los Traumatismos de Guerra, que hasta hace poco tiempo llevaban en su haber más suicidios que muertos en el combate de las Islas ?.
De aquellos Veteranos que fueron jóvenes adolescentes de dieciocho años enviados al frente y traicionados con la mentira de una soberanía mancillada desde afuera ?..
Desaparecidos y excombatientes… Emblemas sociales de la sutura. No anticipaban ellos desde su liminidad, la traición y la mentira que retornan hoy a nuestros ojos, en la miseria de cada esquina, como secuela de la impunidad y el despojo ?….
Y antes de ellos, qué más tenemos en el limbo ?… O entre nosotros, silenciado.. Los que conseguimos sobrevivir a nuestro tiempo y conservar una amistad de intercambiar los libros, a pesar de todo ?. .
Torpe, dijo mi ceñuda autocrítica: la rabia a la que alude el escrito de la Revista es una rabia otra. No digas pavadas ante el auditorio…No hablamos de la remanida hidrofobia que anticipa la ferocidad de otra muerte diferente… Es claro, concluí, en realidad se alude a una rabia humanizada. La que tomó la palabra por el agujero de la pancarta. La que no perdió su resto necesario de amor, de pasión, de sudor y de sangre. Y acaso, no solo la palabra. También ese plus desnaturalizado que emerge y se produce en la escritura, como bien demuestra la revista.
Aguda revista, que me complace presentar como una trama de resignificaciones que se teje desde los bordes sin querer suturar y marca señales en los intersticios. Aquellos por los que el viento de la repetición cuela, reiterando, las peores pesadillas que silenciamos.
Sabemos que la enfermedad de la rabia es trasmitida por las bestias. Sabemos que ellas existieron y existen todavía. Hemos aprendido que a veces también hablan y escriben, sin que pueda discernirse como pudieron aprender, ya que poseen solamente ese destello espejado y contagioso del perro que cita Libertella.
Designar contenidos que atraviesen agujeros invistiéndolos con un significado que no es la nada, el descompromiso o la indiferencia retornante; rescatar significación de los iconos sin sentido que nos quedaron como cicatriz de una herida olvidada, cuyo origen ya no se recuerda. O anestesiada de tal modo que a veces ya no produce dolor: .. ¿ No es acaso esto parte de la propuesta ?
“Hablarte o deshablarte, dolor mío / manera de tenerte/destenerte”.
Esto decía hace más de veinte años uno de nuestros poetas grandes. Él sabía a ciencia cierta que el destino de las magnitudes de dolor que han soportado muchos argentinos, conduce por el camino de la palabra, se deshace en el desvío de la locura, o se reitera en una pesadilla inagotable.
Quiero entonces, celebrar con ustedes este tercer aporte de la revista “Mal/estar” que nos invita y nos incita a proponer palabras, a inventarlas nuevas, a atar las cosas a su nombre verdadero poniéndoles carteles de escritura, tal como imaginaba García Márquez, para que la designación no sucumba y la significación no quede enterrada por la enfermedad del olvido.
Nada más.
REFERENCIAS.
Revista Mal/estar, n· 2. Buenos Aires, 2004.
Freud, S.: El Malestar en la Cultura. O. Completas.
Gelman, J: A mi hijo. Carta Abierta, París-Roma, 1980
Gombrowictz, Witold: Ferdydurke
García Marquez, G.: Cien años de Soledad