Ramiro Perez Duhalde
Referirme a esta obra que es “Mal Estar – psicoanálisis / cultura”, me lleva -ineludiblemente- a hacerlo acerca de mi amigo, su creador y director, Carlos Brück. A quien ya desde el título de su revista se le reconoce. La sutileza de su espíritu le salva del plagio. Quien haya frecuentado -aúnque fuese poco- el ámbito de la cultura contemporánea, advierte de inmediato a qué ineludible texto freudiano remite. Sin embargo, la simple alquimia de la separación, de la ruptura, transformando lo único en plural, y el nombre en verbo y adverbio, revela al poeta. Al poeta que sé que Carlos quiso ser, fue, e ignoro si seguirá siendo, como todo espíritu sensible tanto a la belleza como al dolor. Soñador también de guiones cinematográficos, que rescataban un para mí ignoto “León de Francia” a partir de no sé que viejos mitos radiofónicos argentinos.
Conocedor también de ámbitos culturales recónditos, no solo pertenecientes a densas metrópolis, sino también a sorprendentes ciudades de nuestra llanura; abierto a la diversidad, a la pluralidad. De allí los contenidos de esta revista-libro, que no se limita al campo psicoanalítico sino que abre sus páginas a variadas reflexiones: el lugar de Nietzsche en la filosofía y la política contemporáneas, las posibles “nadas” en Flaubert y Mallarmé; las cuestiones que suscitan las medidas gubernamentales legalizando las parejas homosexuales; o el entrecruzamiento de Mitrídates, Racine, Saddam y Collin Powell. La lista sigue atractiva y largo sería aquí de completar.
Impulsor infatigable de proyectos culturales, sin descuidar su práctica profesional, siempre me he preguntado de dónde nace el necesariamente fuerte impulso para ello. En esto pensando, por el azar de las lecturas, tropecé con un bello (y estremecedor) texto que me sugirió una respuesta, con toda la falibilidad propia de este tipo de hipótesis. En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche acude a la sabiduría del pueblo griego para dar cuenta de cuál es la verdadera consistencia de nuestras vidas. El rey Midas, luego de larga persecución, captura a Sileno. Entonces, “…el rey pregunta qué es lo mejor y más preferible para el hombre. Rígido e impasible, el sátiro guarda silencio; hasta que obligado por el rey, acaba prorrumpiendo estas palabras entre una estridente risa: “Miserable estirpe de un día, hijos del azar y la fatiga, ¿cómo me obligas a decirte aquello que más te valiera no escuchar?. Lo mejor de todo es para tí absolutamente inalcanzable: no haber nacido, no ser, ser nada. Lo segundo mejor para tí es morir pronto”. Continúa Nietzsche diciendo que el genio griego dio vida al arte, y también al divino orden olímpico de la alegría, para poder vivir. Esa teodicea tan particular, la única satisfactoria, en la que los dioses viven ellos mismos la vida humana, y al hacerlo, la justifican.
Y entonces, mi buen amigo, en lugar de reinventar dioses olímpicos, generó “Mal Estar” como el mejor remedio para el malestar.