Ernesto E. Domenech

Año a año Mal Estar -esta curiosa revista libro- nos convoca a malestar. A pensar esta sensación curiosa que podríamos llamar el malestando, siempre de modo distinto.Intuyo entonces que mal estar el Mal estar, es algo así como multiplicar restas, esos guiones empedernidos, que súbitamente devienen cruces, símbolo que -entre otras cosas- denota el más, lo positivo. Recuerdo una presentación anterior en que veíamos una y otra vez estrellarse aviones en las torres gemelas por T.V. Más tarde evoco pantallas enrojecidas por fuegos de artificio que eran, en realidad, si la realidad existe, máquinas de matar, camufladas de carnaval. Luego vimos en vivo y en directo (que es el nombre de todo lo mediatizado) postales vivas de una argentina erosionada y en la calle que malestaba y molestaba el mítico uno a uno. Asambleas barriales que desafiaban la representación burocrática y pedían que se fueran todos, empezando por los de la Corte. Golpe a golpe de cacerola. Y siempre, siempre, malestando.

Después de las cacerolas volvieron los votos, después los renunciamientos y ya casi parecía que no malestábamos nunca más. Pero volvimos a malestar. Un verbo y un nombre comunes que mutan asombrosa y casi cotidianamente su denotado. Como si pudiésemos decir: en el principio era el malestar, y el malestar se hizo carne y habitó entre nosotros.
Ayer malestábamos de una manera y hoy malestamos de otra, por la T.V. omnipresente que es malestar mucho más. Se muestra en otra plaza con otras multitudes y las fotos de siempre escapadas de documentos de identidad o álbumes familiares, hechas pancartas de un reclamo antiguo, que marcha con velas y se detiene con himnos y petitorios. Hemos transparentado los malestares. Podemos exhibirlos. Los hemos panoptizado. Están por todos lados como dioses omnipresentes. Casi podríamos conjugarlos: yo malestoy, tu malestás, el malestá, nosotros malestamos, vosotros malestais, ellos malestán.

Conjugaciones con pretéritos y futuros -perfectos o imperfectos- pero fatales, imperativos. Y condicionales, inciertos. Conjeturo que en estas conjugaciones son muchas más las de las primeras personas (del singular o del plural) las que nos convocan- Como si los malestares fueran de los yoes o los nosotros pero no los de los tues, de los ellos o los vosotros. Como si los malestares de Unos fueran soberanos respecto de los malestares de los Otros. Como si las rejas no fueran un patrimonio común que clausuran celdas y muros, pero también negocios, casas de familia, Casas Rosadas, Casas de Gobierno, Palacios de Justicia o de Legislación. Como si los alambrados no estuvieran compartidos por campos de fútbol y de miseria, barrios privados, de opulencia y barrios de emergencia (atravesados -vaya uno a saber porque milagro urbano- por autopistas). Vuelvo a malestar. No puedo enrejarlo ni alambrarlo. Quiero asirlo y se me escapa. Deseo conjugarlo, pero huye de toda escuela. Se me vuelve Polimodal y repetidor. Siempre con asignaturas pendientes a cualquier mes del año y previas a cualquier otra consideración. Recurre el malestar. No admite archivos en ningún boletín ni diploma. Fuga del hogar como un niño sin resguardo, o de un instituto, como un niño pobre y sin familia. Dios lo libre de sus salvadores.