Gombrowicz versus la deformidad y el formol
Miguel Grinberg
Mal Estar 3 11/2004
“…Además del desarraigo, era protagonista de otros dos “desvinculamientos” radicales, zonas de la vida donde muchos suelen buscar consuelo ante la deformidad social: la ternura o la experiencia espiritual. Y en esa latitud, proclama en el Diario:
“Mis fuentes brotan en un jardín en cuya puerta hay un ángel con una espada flamígera. No puedo entrar allí. Nunca penetrare en su interior. Estoy condenado a dar vueltas eternamente alrededor del lugar donde se celebra mi más verdadero embelesamiento. No me esta permitido porque…de esas fuentes brota la vergüenza como de un surtidor. Sin embargo, una voz interior me ordena: ¡acércate lo mas posible a la fuente de tu vergüenza! Tengo que apelar a toda mi razón, mi conciencia, mi disciplina, a todos los elementos de la forma y del estilo, a toda la técnica de la que soy capaz, para conseguir aproximarme a la misteriosa puerta de ese jardín donde florece mi vergüenza. ¿Qué es entonces mi madurez, sino un medio auxiliar, una cuestión secundaria? ¡Siempre lo mismo! ¡Vestir un abrigo suntuoso para poder bajar a un tabernucho portuario! ¡Utilizar la sabiduría, la madurez y la virtud, para acercarme a algo totalmente opuesto”.
Witold Gombrowicz, aunque algunos procuran cristalizarlo como un icono mas (conservado en formol) sigue siendo un rebelde irreductible: eterno en el alma de su desnudez. No lucho por conquistar poder, gloria, dinero o placer. Se mantuvo alerta y provocador diciendo: “No se trata en absoluto de que sepas que es lo que quieres. Basta con que sepas lo que no quieres. Lo demás vendrá por si solo”.
Lo demás, esta siempre por suceder. Es al mismo tiempo un pañuelo agitado en los muelles del mundo a la hora de las despedidas y un abrazo de reencuentro con alguien querido cuando se regresa de una guerra…”