Carlos Bruck

¡Que felices esos tiempos en que era tan desdichada!, comentan que habría exclamado la marquesa de R en una de esas tardes crepusculares en que recibía a intelectuales y médicos.

Por supuesto que la aristócrata no conocía tanto como parecería a Sade o a Sacher Massoch, pero siguiendo, sin saberlo, una indicación freudiana, su comentario se dirigía a “una otra cosa y algo más”. Estaría discurriendo sobre lo que se carece y que por su ausencia convoca: la nostalgia, la juventud, quizás hasta la dicha. Aquello mismo que en otra circunstancia textual, llevó a Fausto a ciertos compromisos, tan lejos de la libertad o de la renuncia.

Esos tiempos felices no son estos, pero tampoco puede suponerse, más allá de la elegía de la pasión perdida (una de las formas de la infelicidad), que esos tiempos mientras se sucedieron, fueron precisamente dichosos. Por lo visto, el discurso sobre los hechos siempre se anota entremezclado con los hechos de discurso. Pero siendo así, resultará indispensable una estructura de ficción para que, precisamente, la verdad pueda mostrarse. Y de eso se trata en Mal Estar, en nuestra publicación: de argumentar sobre las condiciones de posibilidad de lo por venir y proponer escenarios de producción para ello. Es por eso que en este número, el dossier que presentamos restablece las marcas y los textos de unas jornadas convocadas hace unos meses y que tuvieron por eje: “De los dorados 60 a los metálicos 2000”. Pero también Mal Estar se extiende en otros artículos y columnas escritas por psicoanalistas, poetas, ensayistas, narradores, sobre cuestiones que necesariamente implican una cierta intromisión en las razones habituales que se exponen y en los modos que se proponen.

Un ejemplo de ello son dos términos: naturaleza y destino. Dos palabras que tanto hicieron y deshicieron en el psicoanálisis y en la cultura y que muchos confundieron al escribirlas, pero más aun al escribir sobre ellas. Desde este equívoco se ha escrito sobre el psicoanálisis suponiendo que sería natural pensar en un destino, en un punto de llegada conceptual y escribir y declinar sobre eso. Pero desde ya que no hay algo menos natural que escribir, que insistir en el espesor de una letra hasta producir allí a un conjeturable lector.

Si entonces la escritura es un artefacto, es posible pensar también a Mal Estar, a esta publicación, en esos términos. Como una posición –máquina y discurso– que se entromete en ese espacio construido entre las razones de la vida cotidiana y la presencia de lo real: aquello que siendo imposible de decir nos hace hablar.

En consecuencia habrá que desarreglar algunas proposiciones y volver a presentarlas mediante un cruce de lecturas y de prácticas.
Y para respaldarnos en el relámpago de algunas intersecciones: no es otra cosa que lo que hace Lucio Mansilla, cuando para su relato de la patria y del padre dispone un interlocutor al que le dirige cartas. Es también lo que hace Sigmund Freud cuando en un texto fundante del psicoanálisis: Del análisis profano, ubica a un personaje que persistirá en confrontar y construir lo que en caso contrario podría haber quedado clasificado –sin revisión– como conceptos naturales del psicoanálisis.

Por ello una vez más nuestra propuesta y nuestra política: la construcción de una universitas litterarum que de cuenta de una enseñanza: saber mal estar. Planteando, al igual que en la figura del enigma, una posición que no se preocupe por ubicarse en el buen lugar. Es probable y es también –reitero– nuestra política, que ello determine un saber hacer con el malestar.

Nuestras citas vuelven sobre el primer número de Mal estar: psicoanálisis / cultura. Sobre esos tiempos en que –hoy como ayer– establecíamos y establecemos unas líneas que siendo preliminares no rehusan una certidumbre. Entre nuestra presentación de entonces y la insistencia de esta continuidad, se escribe la decisión de pronunciarse en el presente.