El arte: Un espejo del pensamiento.

A propósito del Mal, la Creación y un poco más… 

Asbel Hernandez

 

…Y siempre este silencio
esta esquina de sombra
este vacío
esta penuria gélida
esta garra letal que me destroza
este monstruo agobiante…

Ernesto de la Peña. Anagnórisis. Fragmento

He decidido ser lo que el delito ha hecho de mí.
Jean Genet

 

Cuando el reflejo me horroriza, me turba, me inquieta, allí justo en ese momento paro y escribo. Y también trato de pensar, esa acción tan necesaria en nuestros tiempos, una acción ardua; atribuida a la humanidad como inherente, falsedad dice una voz, miedo, murmulla otra, presunción incluso.

Pensar es una batalla, una construcción, una acción que requiere un esfuerzo, silencio y tiempo para dedicarle energía, pasión, deseo incluso. Articular palabras y decir enunciados no es garantía para que ese acto, que requiere un poco más que inteligencia, surja. Camus a propósito de pensar nos dice: Pensar es aprender de nuevo a ver, a estar atento; es dirigir la propia conciencia, hacer de cada idea y cada imagen, a manera de Proust, un lugar privilegiado.11 Un sitio donde acunarnos para simplemente estar, sin prisas, suspendidos como los nenúfares, como las nubes que caminan lento y entonces, tal vez surja un trazo de idea, de pensamiento que nos posibilite no abalanzarnos sobre el otro.

La vida y la obra, ambas, se pueblan de bruma cuando acciones de los sujetos los muestran justo allí donde no los queremos ver. ¿Será porque nos representan cercanía, porque estamos implicados o nos hablan de aquello que no queremos ver? Tal vez.

Convoco a Jean Genet, para articular algunas ideas que me implican y tal vez muestren cierta oscuridad de la que no soy ajena. Vuelvo a escritores que han sido parte de mi formación; su belleza y lo contrario seguro han dejado briznas que ahora me tienen con preguntas que van más allá de la superficie, donde es cómodo estar, inevitable decirlo. Tal vez por eso escribo ficción. Porque allí invento, miento y un poco más. En otros momentos trabajé en relación a Lacan, a Freud, a Marguerite Duras, cuestionando las fronteras que se borran entre su vida privada y su obra.

Jean Genet también nos mostrará la posibilidad de ser lo contrario a lo que se pretende, lo que podemos llegar a ser, propuesta que insiste.

Genet llegó a ser ladrón y algo más, pero delinquir fue a la vez una posibilidad de ser, de crear. Genet afirmaría en algún momento: “Fui a través del robo como hacia una liberación, hacia la luz.”2

Los hurtos como una posibilidad de ser, de sostenerse de otro modo en el mundo. Ya avanzaremos en lo que ello implica.

El texto Las criadas, una puesta en escena que inspira a Genet a partir de un hecho real, aunque no sólo eso, el ya muy conocido suceso de las hermanas Papin. Las criadas es una obra de teatro que deja entrever la forma de pensamiento de Genet, su vida, las experiencias vividas en relación a los abismos que surgen entre seres humanos que sirven y quienes reciben los servicios. Retomaré más adelante la obra para articular el título propuesto de este ensayo y como una representación de nuestros horrores contenidos por la cultura y lo contrario también.

Genet es un personaje fascinante que llevó a intelectuales del tamaño de Sartre, no sólo a adentrarse a su obra, sino a hacer todo un estudio sobre la vida del escritor para desentrañar las contradicciones de su alma. Genet, un personaje por el que Sartre y otros, intercedieron para que le proporcionaran el indulto, siendo que fue sentenciado a cadena perpetua en 1948.

A Genet lo han calificado de delincuente, mentiroso, homosexual, sadomasoquista, ladrón, a la vez: un extraordinario y excepcional escritor, un espíritu que califican de: brutalmente exquisito, un santo y mártir al revés que se hace apóstol del Mal, un místico de los infiernos. Puritano del Mal. Una representación de esa búsqueda del Mal, como muchos otros buscan el Bien. Todo eso es Genet y tal vez un poco más.

Los claroscuros de un personaje que va de la delincuencia a la santidad, ese es Genet, ese movimiento lo mostrará a través de las Criadas y en todo lo que tendrá que ver con su vida. Las criadas serviles, casi unas santas, que soportan el maltrato de la patrona. La santidad a través de la humillación. Genet insistirá en ello y lo mostrará en otras de sus obras. Dos empleadas que mataron a sus patronas y, ese hecho, sacudió, no sólo a los franceses, por el horror del acto. El servilismo volcado en violencia. La santidad y lo contrario. Será un tema que convoque a varios artistas, entre ellos, Genet.

Genet es arrojado al mundo sin tener un parentesco con nadie que muestre familiaridad o pertenencia. Desde allí hay un primer trazo que lo marcará: es huérfano, a nadie pertenece, nadie lo reclama, ni lo nombra. Hijo de una prostituta y padre desconocido. Parte de su infancia la pasó en un orfanato. A los siete años la asistencia pública lo confía a una familia de campesinos. Se vuelca en la naturaleza, juega con todos sus elementos. Es un ser inocente y casi imantado a lo que esa bella naturaleza nos regala con sus contrastes y virulencias también.

Gran parte de su adolescencia la pasó en penales juveniles, debido a una serie de robos; después ingresó al ejercito de donde lo echaron por encontrarlo teniendo sexo con un compañero. Recordemos que para ese tiempo la homosexualidad era considerada una perversión (aunque es sorprendente cómo en algunos lugares del mundo sigue asomándose esa idea, no lo podemos negar). Después de eso comenzó su peregrinar por Europa como vagabundo y ladrón, recurrió a la prostitución para poder mantenerse. El 1937 vuelve a París y pasó largas temporadas en la cárcel acusado de: robo, mendicidad, falsificación de documentos y conductas impúdicas y obscenas. En 1943 publica su primer libro con ayuda de Jean Cocteau, Nuestra señora de las flores, un relato en gran parte “autobiográfico” donde evocará sus temporadas en la prisión, la prostitución, entre otros temas que causaron sensación en el medio literario. El libro, por su originalidad, su fuerza trasgresora, no sin los problemas del autor con la justicia y la crudeza expresada tanto en el libro como en la vida, todo ello lanzó a Genet a la celebridad y sus libros fueron surgiendo en un lapso relativamente corto. En 1948 le dan el indulto con la intervención de Sartre y otros intelectuales, así llega a publicar en Gallimard.

Sartre identificó en la obra de Genet, como en su vida, algunos temas centrales del existencialismo, como la esencia del Mal o el ejercicio de la libertad. Temas que desarrollará en el prólogo a las obras completas de Genet, que será de una dimensión más extensa que las mismas obras, allí Sartre estará entregado al pensamiento de un escritor que lo llevará, a través de su obra, a pensar en temas que lo tomaron en su literalidad. En el libro titulado: San Genet, comediante o mártir, de poco más de setecientas páginas, que estaba programado para ser el prólogo de las obras de Genet, nos adentrará a la historia de Genet desde varios flancos. Hay quienes argumentan contra Sartre y plantean que su libro causó tanto impacto en Genet que no pudo escribir una sola línea en años. Aunque el mismo Genet afirmaría en una entrevista: “Yo tenía treinta años cuando empecé a escribir y 34 o 35 cuando dejé de hacerlo. Pero era como un sueño, en todo caso una ensoñación. Yo escribí en prisión. Una vez libre me sentí perdido”.3 La prisión, el encierro, ese sitio al que perteneció por tantos años, con sus “iguales”, en un lugar que era lo más parecido a su casa, su hogar, allí tenía un nombre, una celda, un número; un impulso por escribir. Fue en prisión donde escribió la mayoría de sus propuestas, él mismo refiere que al ser “libre” se sintió perdido. Tal libertad es de cuestionarse. Tal vez, sólo tal vez, la mayor libertad que vivió fue siendo prisionero. Allí, en ese sitio donde había todo tipo de delincuentes, con quienes se identificaba, él era uno más, pues recordemos que ser ladrón fue una de las razones para estar allí. Ejerció su sexualidad con otros sin la mirilla de una sociedad que se horrorizaba y calificaba de perversión cualquier gesto amoroso con otro del mismo sexo. Ya veremos cómo la trasgresión será parte de su ser en el mundo y una marca fundamental desde su temprana edad.

Jean Paul Sartre y Jean Genet serán referencia y opuestos. Sus vidas lo son. Sartre juega el juego del mismo Genet: es escritor y filósofo, su tarea consiste en suscitar forma y sentido a través de la obra de Genet, articula, piensa, crea posturas de pensamiento en relación al Mal y algunas ideas sobre la vida de Genet que algunos calificaron de trasgresoras y virulentas. Genet, por su lado, cuya escritura retórica lo incita a enaltecer la fuerza bruta, lo escatológico, lo trasgresor, el crimen, la mentira, la traición, sin que le preocupe en ningún momento las convicciones o sensibilidad de sus lectores (dicen que todo creador deberá dejar de lado toda consideración moralina respecto a quién lo leerá); como tampoco le importó lo que Sartre pensara. Siendo que la irrupción brutal de Genet al mundo literario, su singularidad en vida y obra, sin duda fueron elementos que atraparon a Sartre y vaya que lo estimularon intelectualmente. Ambos se nutren uno del otro. Sus obras como un reflejo del pensamiento, de la creación con la que cada uno estaba implicado, poniendo en evidencia sus oscuridades y brillos.

Volvamos a la vida de Genet. A esa etapa inocente, donde lo acogen unos campesinos. Sartre nos trasmitirá: Esta inocencia le viene de los otros; todo nos viene de los otros, inclusive la inocencia. Las personas grandes no se cansan de empadronar sus bienes: a eso se le llama mirar. El niño está en el lote entre dos taburetes o bajo la mesa; lo sabe por la mirada de ellos y su dicha consiste en formar parte del inventario. Ser es pertenecer a alguien. Si la propiedad define al Ser, la lealtad tranquila y sin sorpresa de las posesiones terrestres define el Bien. Bueno como una buena tierra, fiel como el rastrillo, como una azada; puro como la leche, Genet crece piadosamente.4 Así ese comienzo a sus siete años: pertenece a una familia y se muestra educado, gentil, estudioso, logra sobresalir en su clase, es servil. Aprenderá y se quedarán en su mente ciertos valores que le trasmiten los otros: trabajo, familia, patria, honradez y propiedad. Le enseñan a rezar por todo ello y dar gracias a Dios por su vida y lo que come y lo que obtiene día a día. La mirada le regresa a ese pequeño que es ya parte de alguien, le pertenece a esa familia, como les pertenecen esas tierras. Unos otros que se harán cargo de él y le trasmitirán los valores que el adoptará sin reservas. Todo este primer tiempo nos lleva al segundo trazo: pertenece a otros, como les pertenece la finca, la casa el material para arar la tierra. Los otros son un referente de propiedad, ven por él, le transmiten una lealtad tranquila, bienestar, por tanto: Bien. Tiene familia, comida, techo, escuela, trabajo y se le inculca agradecer por ello y también rezar. Le transmiten en todo momento que posee un alma blanca y él cree a esos adultos a los que ahora les pertenece. ¿Por qué dudar de ello? Aunque más adelante robará, mentirá, se prostituirá, entre otras cosas, ese bien que se le ha transmitido no cambiará. Sartre nos planteará que se le dará un trato y lugar como si fuese un hijo primogénito pero algo no se sostiene desde allí, pues no lo es, es un ser sin un referente materno, mucho menos paterno; no tiene herencia ni padres que lo acunen en su nacimiento. Su presencia obliga a la sociedad a establecer un sitio para ese ser arrojado al mundo: el orfanato y los equivalentes. Esos lugares que lo acogen van en contra ese orden natural que nada tiene que ver con él. El sitio (sea el orfanato o la casa de aquellos campesinos que lo adoptan), el buen trato, el sentido de pertenencia pareciera que no es real, y no lo es, es adoptado por seres que le transmiten cierta inocencia y cariño, que, a la vez y sin ser conscientes de ello, ponen en evidencia frente a ese ser echado al mundo, lo que no tuvo: ni amor, ni arraigo, ni inocencia, ni ese tan nombrado llamado de la naturaleza o sentido biológico de la maternidad (porque recordemos que del padre nada se sabe, sólo la mujer que lo parió sabía de su arribo al mundo). Quienes lo adoptan le dan un lugar de hijo que no logra sostenerse. Sartre planteará: Es un hijo falso. Sin duda ha nacido de una mujer, pero ese origen no ha sido retenido por la memoria social: para todos y, por consiguiente, para él mismo, apareció un buen día sin que lo hubieran llevado entrañas conocidas, es un producto sintético.5

Ni retenido por la memoria social ni por la biológica de esa mujer que sin duda lo llevó en sus entrañas pero nada de ese palpitar en su interior fue arraigo ni pertenencia, nada que le indicara ser parte de ella y entonces sostenerlo, tenerlo. Arrojarlo a otros, al mundo, es comprensible al no existir esa pertenencia ni biológica ni subjetiva. Por lo tanto el destino era desecharlo. Como se lanza a la basura todo lo “desechable”. La maternidad como inherente es cuestionable. Es muy fuerte la lectura que nos comparte Sartre pero cobrará cierto sentido en el futuro de ese ser sin arraigo, sin historia; un ser sin esos otros que en su origen no lo desearan, no lo sostuvieran; todo ello lo hará escribir de sus carencias todo el tiempo: de las madres, del odio, del amor, de las pertenencias, de las diferencias sociales, del deseo de eliminar a ese otro que representa lo que no llegará a ser; a aquel que lo posee como objeto, como esclavo, a su servicio y a quien deseará aniquilar por representar eso que nunca tendrá― como Las criadas, quienes materializan ese deseo del que nos habla Genet, un deseo de aniquilar lo que nunca se tendrá― ni será. El arribo a la vida en Genet será una marca que lo hará escribir posteriormente sobre su estar en el mundo y habrá que mirar allí, queramos o no.

Sartre enfatiza que la historia y la obra de Genet nos transmitirán el asunto del Mal, del Bien que es inventado, un Bien que será una simple ilusión a partir del Mal. Esa será una de las propuestas sartreanas, aunque después le dará un giro. De todo ello escribirá Genet sin saberlo.

Hasta aquí tenemos dos movimientos, el primero: ser a partir de que el otro me posee, de que le pertenezco. En Genet, los campesinos que lo adoptan y formará parte de sus bienes, cuando lo ven entre el lote de taburetes o debajo de una mesa, es parte de ese inventario de propiedades que adquirirán. Lo miran entre otros objetos entre los que seguramente se escondía. La mirada como un referente de pertenencia, aquellos adultos lo ven y él sabe por esa mirada-referente que formará parte de ese lote adquirido. En ese momento es. Pertenecer, como nos platea Sartre, define el Ser, recordemos: Ser es pertenecer a alguien.6

El segundo movimiento tendrá que ver con: eso que los otros me trasmiten en relación al Bien, a un lugar ―que no le pertenece, de donde no es― que habla de sus orígenes de desarraigo y de orfandad. El rechazo estará como una marca primigenia. Sartre nos dice: Su nacimiento coincide con un gesto de rechazo. Lo echaron en el momento mismo en que lo ponían en el mundo. Posteriormente es la sociedad entera la que lo rechazará de su seno, pero ese rechazo social está en germen en el rechazo materno. El niño adivina que una mujer lo arrancó de ella, muy vivo y muy ensangrentado, para enviarlo a rodar fuera del mundo y se siente maldito. Desde su nacimiento es el mal amado, el inoportuno, el supernumerario, indeseable hasta en su ser, no es el hijo de esa mujer; es su excremento.7

Será muy claro en el camino que trazará en su vida: se mostrará como lo peor de la sociedad, como una inmundicia, incluso un desperdicio, se vivirá como resto, inútil, una mierda. Una trasmisión del No, la no pertenencia, el rechazo, el fracaso. De allí que al toparse con ese No (no tienes, no perteneces, no existes) desde el origen, Genet: tomará, robará, delinquirá, falsificará documentos. En todo ese movimiento estará jugada su subjetividad. Es considerado lo peor de la sociedad: ladrón, menesteroso, usurpador. ¿Qué representa ese desecho, ese ser que es nombrado ladrón y más para nosotros, para esa sociedad? Lo podríamos trasladar al presente y hacer la pregunta sobre esos seres arrojados al mundo y que son señalados de la misma forma. Son sin duda un referente y no somos ajenos a su existencia. Afirmar lo contrario es estar detrás del aparador, pretendiendo salir impolutos de la existencia de esos seres, porque son seres, son a partir de pertenecer a una sociedad que los nombra como menesterosos, ladrones, delincuentes, bien valdría decir: son lo peor de nosotros, son lo que pudimos llegar a ser, son la evidencia de nuestras inmundicias “educadas” y contenidas. Ellos parecieran ser el contenedor de todo lo oscuro que tenemos como sociedad. Genet será considerado lo peor de aquella sociedad francesa. Aunque, cuando lo indultan, surge algo que es de llamar la atención.

Después del indulto es colocado en otro lugar que genera estupor y euforia, a la vez que con su presencia y éxito literario, todo documento relacionado con problemas con la justicia, las fichas policiales, reportes, historial delictivo, desaparecen. Hay mucho que decir de ello, porque son quienes representan la ley quienes borran todo rastro delictivo, todo un trayecto de vida, que, aunque delictiva, le pertenecía, y esa ley simplemente desaparece todo rastro de su historia. ¿Qué sucede en Genet con esto? Lo poco que tenía, que realmente lo hace Ser, lo desaparecen otros, que seguramente consideraron que alguien con tanto éxito y que generó tanta aceptación por la sociedad, no podría tener ese historial. Aquí pensamos un segundo momento de despojo.

El menesteroso sin profesión ni arraigo sale de la oscuridad y la soledad para tener un nombre: Jean Genet, un escritor que será reconocido en el mundo entero. La sociedad y la justicia lo colocan en otro sitio. ¿Qué representa ese acto de desaparecer toda referencia delictiva por parte de la ley? Ese reflejo, ese estupor que genera la sola insinuación de que aquello me implica más allá de lo imaginado… ¿desaparecerlo como opción para no ver ese reflejo? ¿Nos sentimos participes? ¿Reconocer las virtudes y los delitos del otro es reconocer también la posibilidad de reversibilidad en ello?, y por tanto: ¿lo que podemos llegar a ser? ¿De lo que somos parte sin saberlo?

Volvamos a ese tiempo de desecho primigenio. Un cuerpo es arrojado al mundo por una mujer, ese trozo de vida no hace ancla ni arraigo en ella. Esa vida es tomada por otros. Tiempo después surge una posibilidad de vida familiar a partir de otros, los campesinos, quienes lo acogerán y le darán todo sin merecerlo, así lo llegará a decir Genet. Muy tempranamente siente que sus padres no debieron adoptarlo a pesar que le dieron todo: comida, techo, regalos. Generosidad de la que se alejará poco a poco por cierto escozor a tanta bondad y por tanto agradecimiento cada que recibía algo. En cada acto donde le dan, se reafirmará que no es parte de ellos, que no es de nadie, que a nadie pertenece. Esa bondad comienza a rechazarla porque le significa que él no es su hijo. Esos no padres que eran libres y, con su llegada, les quitó su libertad. Les ha robado algo: su libertad. Desde ese momento se inscribirá un significante: robar. Esto será una marca en Genet. Sartre plantea: Tanta bondad le obliga a reconocer: que ellos no estaban obligados a adoptarlo, a alimentarlo, a cuidarlo; que ellos ˂ no le deben nada˃, que él es quien está obligado, que estaban en completa libertad de no aceptar; en suma, que él no es su hijo.8

Y esto se asociará a ese hijo falso, a ser un eterno deudor de lo que le dan, dar un agradecimiento eterno ante cualquier donación recibida, no sin cierto sentimiento hostil también. Cada regalo, cada acto amoroso o cuidado le reitera su carencia, su no lugar, su orfandad. Esto nos lleva a pensar que todo aquello que recibirá llevará la marca de la carencia, incluso, nos atrevemos a pensar que la misma libertad que le es dada, al exonerarlo de la cadena perpetua, ese mismo acto será otra condena a la vez. ¿Un eterno agradecimiento a quienes hicieron posible que no se pudriera en la cárcel? Lo paradójico de ello es que esa libertad mata cierta parte de su esencia, de lo que es Genet: un ladrón, un escritor de lo absurdo, de lo trasgresor, de todo lo que tienen que ver con su historia. Ser desecho le daba un lugar y una posibilidad de estar con otros que le son familiares y donde no debía dar las gracias ante lo recibido: la prisión. Un sitio donde está encerrado y es su lugar, un lugar con sus “iguales”: todos los desechos del mundo, “lo peor” de la sociedad. Con la libertad se le quitó lo más propio que tenía y que no debía dar cuentas de ello o agradecer ser lo que era. 

El tema de la bondad le generará más adelante cierto aborrecimiento que representará en su obra “Las criadas”. Donde veremos, vía la parodia, cómo la bondad evidencia otro escenario que pocas veces queremos señalar. Aquí la escena: Clara y Solange conversan sobre su patrona, Solange se queja de que nadie la quiere, Nadie nos quiere. Clara contesta: Ella, ella sí que nos quiere. Es buena. La señora es buena. La señora nos adora.9 Solange responde: Nos quiere como a sus sillones. Y ni siquiera. Como a la loza rosada de sus letrinas. Como a su bidet. Y nosotras no podemos querernos. La mugre… no quiere a la mugre.”10Clara insiste sobre la bondad de la señora. Solange responde: ¿Su bondad? Es fácil ser buena y risueña y dulce…Su dulzura. ¡Cuando se es guapa y rica! ¡Pero ser buena cuando se es criada!11Genet sabe de ello. Tal como si dijera: ¿Bondadosos?, ¡claro que se puede ser bondadoso cuando se tiene la posibilidad y te adoptan como quien elige un taburete!; un mueble más para la decoración de la casa, con la pequeña diferencia de que el taburete no tendrá que agradecer eternamente. Así parece oírse el murmullo de Genet para que pensemos. En el contexto de las Criadas, Sartre convocará otro fragmento sobre Genet donde una Dama le dice a un hombre: Mi criada tiene que ser feliz pues le doy mis ropas. Muy bien―replicó él―, ¿pero le da ella las suyas?12La bondad de nuevo con esos matices que poco vemos o negamos. ¿Se le da al otro lo que sobra, sobras? ¿Seremos capaces de ponernos las ropas de los otros que están a nuestro servicio? Finalmente desde ambos flancos son desechos. Es evidente que esto nos implica y pone sobre la mesa el abismo que se abre frente a las diferencias sociales. ¿Se tiene que ser feliz porque se le da al otro lo que yo desecho? Genet vía su obra pone en evidencia eso que pareciera apenas un murmullo para la conciencia contemporánea y debiera ser una estridencia que nos lleve a pensar y reflexionar nuestra implicación en ello.

Genet muestra cómo esa supuesta bondad habla de una franja muy amplia entre la relación de patrones y las personas que dan servicio. ¿Cuánto de esto es familiar? A la vez que nos hablará de aquella bondad que pareciera lo marcó. Lo que representa es una puesta en escena de la sociedad que lo rechaza. La señora bondadosa encarna el Bien social y la buena conciencia. Nadie pensaría que en esa acción, de dar las ropas, que sobran evidentemente, son: restos, migajas, bodrios que tratan de ser caritativos por un acto de buena conciencia. Sabemos de ello sin duda. La franja que cada vez se hace más infinita entre las clases sociales representa tanto ese Bien como el Mal. No pueden estar separados. Genet nos mostrará a las Criadas como representaciones que emanan de sus amos, como si los sirvientes y los criminales pertenecieran, siguiendo a Sartre: al orden del Otro, al orden del Mal. Aman a la señora: eso significa en el lenguaje de Genet que una y otra desearían convertirse en la señora, en otras palabras, integrarse en el orden social del que son los desperdicios. Odian a la señora; tradúzcase: Genet aborrece a la sociedad que lo rechaza y desea aniquilarla.13

¿Y esto qué tiene que ver con nosotros? Bastante. Porque somos parte de una sociedad donde podemos vivir muy de cerca escenarios aquí planteados. No somos ajenos a que algo tendríamos qué ver con la miseria que se respira en el ambiente. No podemos sentirnos ajenos y estar tras el mostrador.

El mundo presente, la intimidad de nuestras casas, las personas que hacen el trabajo sucio, quienes nos dan servicios, en todo ello se marida esa rumia de dolor y rabia contenida. Somos parte de ello queramos o no. Nuestro pequeño mundo privado y pequeño burgués, hay que decirlo, contribuye de alguna manera a ello.

Genet habla de su historia a través de sus escritos. Esto me recuerda a esa frase de Flaubert donde plantea: Madame Bovary ce moi. Tal pudiera decir Genet: Las criadas soy yo.

En Genet podemos leer el acto de delinquir como una posibilidad de ser. Cuando es nada, incluso no es ya nada más que nada14, cuando la bondad de sus padres le genera escozor, cuando la deuda se instala, cuando se vive como coartando la libertad de otros; como si robara el derecho a decir: no, no me hago cargo de este desecho, de lo que representa un ser echado al mundo, sin historia, sin madre, sin herencia; en medio de todo esto es insostenible que se adhiera a un sitio donde no pertenece; donde la bondad de los otros no hace arraigo ni nada del orden del apego.

Genet Robará a los diez años. Veamos la escena de ese pequeño hurto que Sartre recrea en su faceta de literato: El niño jugaba en la cocina; de pronto ha advertido su soledad y se ha apoderado de él la angustia, como de costumbre. Entonces se ha ausentado. Una vez más se ha sumido en una especie de éxtasis. Ahora no hay nadie en la habitación: una conciencia abandonada refleja utensilios. He aquí que se abre un cajón y una manecita se adelanta…Sorprendido infraganti: ha entrado alguien que le mira. Bajo esa mirada el niño vuelve en sí. Todavía no era nadie y de pronto se convierte en Jean Genet. Se siente deslumbrador, ensordecedor: es un faro, una campanilla de alarma que no acaba de repicar. ¿Quién es Jean Genet? Dentro de un momento lo sabrá toda la aldea. Sólo el niño lo ignora; continúa el temor y la vergüenza su batahola de reloj despertador. De pronto…una palabra vertiginosa

Venida del fondo del mundo abolió el buen orden…
Una voz declara públicamente: ˂eres un ladrón˃15

Es sorprendido y alguien lo mira, será ese momento, bajo esa mirada que Genet vuelve en sí, allí, junto con esa palabra que lo nombra y lo funda: ladrón.

La mirada como constitutiva del sujeto; ese pequeño niño que es nombrado ladrón tal como si fuera su nombre de pila. Y de allí en adelante esa declaración lo perseguirá por muchos años. Llevará ese nombramiento a la materialidad. Su nombre deja de ser para asumir el de ladrón, ese será su nombre, para entonces continuar con aquello que ya había hecho un primer trazo: un ladrón de la libertad de aquellos padres y de allí en adelante, esa palabra, no dejará de insistir como significante. Entre 1926 y 1944 sufrió trece condenas por robo, deserción. Ese nombre hecho acto con sus acciones y a la vez le da un sentido a su existencia. Es, de nuevo, a partir de los otros, los otros lo nombran como criminal y como un peligro para la sociedad.

La luz y oscuridad de un escritor como Genet, nos lleva a pensar en lo que representa su obra para la humanidad. La obra de Genet, hecha letra, será reconocida por otros que lo sacan de la oscuridad y dejará de ser un peligro para la sociedad. También nos lleva a pensar cuántos seres considerados rotos o peligrosos pueden darnos visos de lo que somos. Porque eso nos muestra Genet; sus escritos pueden funcionar como espejo que horroriza y también lo contrario.

Su nombre: Jean Genet, surgirá a partir de la intervención de otros, cuando su obra genera impacto y gozo. Lo logra. Deja de ser nombrado ladrón. Es reconocido y es liberado por otros que leen sus escritos y se han adentrado al estudio de su obra que lleva en su arrojo al mundo la representación de lo que en la mayor parte de su vida fue: un desecho de la sociedad. Y con su obra muestra que de las bazofias surgen obras de belleza que nos hablan del horror humano y de su hechura que no es necesariamente del lado del bien.

El arte, aquel que nos hace sentir y nos genera cierto estupor, también horror, todo aquello que es del orden de lo sublime, como las propuestas de Jean Genet, todo lo que está de ese lado; ese tipo de arte que nos muestra el mal en todo su esplendor a través de representaciones artísticas, algo del orden de la libertad, por lo tanto, el arte no puede estar más que del lado del mal, esta será una de las propuestas de Sartre. ¿Es el Bien un invento humano, una ilusión necesaria, para no matarnos unos a otros?

El Mal desde Sartre será orden y desorden a la vez. Nos plantea que el hombre de Bien es quien ha inventado al Mal, de allí que hace sentido que se le atribuya al Mal, o a cuestiones de Satán todo lo que tiene que ver con: ambición, placer, dinero, poder, etcétera. El maligno lo poseyó y su alma se perderá, se dice. Y se exenta al sujeto y el pobre diablo es el responsable de tal perdición. Para el filósofo francés el hombre honrado será la representación de la negación de la negación: se hará sordo, mudo y paralítico; es él quien tiene ojos para no ver y oídos para no oír […] se definirá […] por la obediencia, por el automatismo del Bien, y llamará tentación a todo ese bullicio vago y viviente que sigue siendo él mismo, pero un él mismo salvaje, libre, exterior a los límites que se ha trazado.16

Frente a dicha negación se hace necesario el mito, el invento y las consecuencias sobre las acciones de aquellos que sean tentados por el Mal. Recordemos que las leyes, los mitos, las reglas nos hablan a la vez de la posibilidad de la trasgresión de todo ello. Sartre planteará: Si robas, si matas, aunque sea para vivir, vivir es un bien y has rebajado la rapiña y el asesinato a la categoría de medio (como un medio para vivir)…La mala acción aunque se realice por ella misma, debería contener en sí y resolver tantas contradicciones que exigiría invención, inspiración, y para decirlo todo, genio. Así se emparentaría, como declara Genet con frecuencia, con la obra de arte, y mejor todavía con la poesía.17

En Genet veremos cómo se cumple esta propuesta en su radicalidad: delinquir desde su infancia sin ser consciente de ello: robó libertad a otros que no tenían que hacerse cargo de él; tomar algo que no le pertenecía pero que estaba allí y ser visto y después ser nombrado ladrón, para que ese significante se deslizara a lo largo de su vida hasta que vía esos actos o malas acciones lo llevaran a crear a partir de ello. El acto delictivo como un modo de resolver sus contradicciones y de allí la creación: invención, inspiración y genio: todo ello es Jean Genet. Se da un giro y vemos un movimiento donde la creación genera una posibilidad de asir su nombre: Jean Genet, quien a partir de mostrar en sus obras lo que fue: la trasgresión, el desecho, lo podrido, los más oscuro y a la vez humano que es portador de eso llamado Mal, eso que tiene que ver con la libertad, que de ninguna manera viene del exterior, con todo ello y la turbación que genera y emociona; incluso llevó a reflexionar a grandes pensadores, y entonces se dio la posibilidad de ser a partir de turbar, perturbar, a partir de su escritura. Ser con y para su escritura. Su escritura es él.

Sartre nos planteará que el malvado es una invención del hombre de Bien, y el Mal será ante todo: su propia libertad. De allí que podríamos leer ese acto de dejar de escribir en Genet, pues recordemos que él mismo lo dijo, al ser libre deja de escribir. La libertad le roba parte de su creación. Al ser un hombre libre, su libertad como creador es rota, ¿robada? Es nombrado Jean Genet y nunca más ladrón, y estar con ese nuevo nombre es una posición insuficiente, como si no pudiese con ese nuevo nombre que pareciera impropio. ¿El significante ladrón desaparece? Es evidente que desde allí, desde ese lugar, con ese tipo de libertad trasgresora, creaba, producía. ¿Será que al nombrarlo como Jean Genet se mata su propia libertad? No poder sostenerse como un escritor exitoso: ya no ser un desecho de la sociedad sino lo contrario. Tal vez eso implicó cierto tipo de muerte en su creación, en su subjetividad, en su alma. ¿Se le quitó, robó, lo único que le pertenecía? Y en ello intervino Sartre y otros. Además, hay que decirlo, el que pretendía ser un prólogo a las obras de Genet, escrito por el mismo Sartre, es de una dimensión que rebasa la obra de Genet, el nombre de Sartre salta a la vista por encima del de Genet. Es evidente que Sartre está extasiado con Genet y todo lo que le permite pensar para elaborar una obra que es conocida como una obra literalmente monstruosa, y que no lo es sólo en dimensión sino que es un referente que no puede leerse sin leer a Genet. Sartre escribe el “prólogo” desde la fascinación de desentrañar las contradicciones humanas y toma, nada más y nada menos, que a Genet, como personaje, sujeto, escritor, pensador, le viene como anillo al dedo al ser: un delincuente, homosexual sadomasoquista, mentiroso y a la vez un excelente escritor, un espíritu brutalmente exquisito, un santo y un mártir al revés que se hace apóstol del Mal, un místico de los infiernos. 18

El prólogo escrito por Sartre no es sin Genet, ambos son referentes, pero lo que hace Sartre es monumental, tanto, que puede abrumar a cualquiera. Elige a Genet por considerarlo excepcional y porque condensa y lleva hasta el fondo su pasión vía sus escritos. Para Sartre fue una experiencia radical y retoma la literatura de Genet porque es vívida y provocadora, Sartre lo dijo de otro modo en “El idiota de la familia”: Tenemos la literatura para que sobreviva la protesta humana. Los escritos de Genet nos recuerdan una protesta que palpita y hay que tener presente. Genet y Sartre, dos nombres que serán uno referencia del otro.

Volvamos a Genet. Después de ser puesto en libertad y tras publicar sus libros, el éxito y aceptación no se hizo esperar. Pero definitivamente algo le sucedió con ello. La sociedad que antes lo rechazaba y consideraba un peligro ahora lo aceptaba y deseaba leer. Genet llevó una vida muy apartada, lo cual no era extraño al ser reservado y tener pocos amigos. Era extremadamente celoso de su intimidad y poco se sabía de él; después de que los reflectores de su éxito se enfocaron en otros, pudo descansar de la persecución de la prensa. No daba pie a notas de escándalo ni nada por el estilo. Su último tiempo fue muy apartado de todos. Se dice que sólo se le veía cuando iba con su editorial, Gallimard, adonde acudía a recoger de tiempo en tiempo su correspondencia; pues era un hombre que no hizo arraigo, vivía en hoteles apartados y austeros. Su casa editora se convirtió en su dirección postal. Nadie sabía bien a bien dónde estaba, ni siquiera su editor y sus escasos amigos. Un hombre que sólo aislado encontraba su sitio. La libertad no fue tal. O bien, su aislamiento era su hogar. Genet murió solo en una habitación de hotel a los 76 años. Pocos sabían que padecía de cáncer de garganta contra el que había iniciado tratamiento radiológico. La soledad fue una elección. La sorpresa de su muerte coincide con la vida de silencio que llevó al mantener distancia en lo público. Pocos fueron a su entierro. En una de las últimas y rarísimas entrevistas que concedió Genet afirmaba que crear significaba siempre hablar de la infancia. Recordemos que su actividad creativa y de escritura fue breve, cuatro o cinco años realmente. Inició a los 30 y dejó de hacerlo a los 34 o 35 años. Para Genet escribir era como un sueño, aunque corrigió: una ensoñación. Al referirse al acto de escribir que sólo lo hizo en prisión. Después de ello se sintió perdido. Si reflexionamos un poco sobre su último tiempo, pasó más de cuarenta años sin crear, aislado en su habitación de hotel y sin grandes vínculos. Apenas y algunos artículos que entregaba muy a su estilo y forma. La libertad no fue del todo. La prisión y su historia, aunque delictivas, le pertenecían, era lo más “propio” que tenía. ¿Se puede matar a un hombre y a su creación con un acto de libertad real? La prisión era su casa, su historia, su libertad de vida, de creación.

Sin duda Sartre identificó en la obra de Genet al menos dos temas centrales del existencialismo: la esencial del Mal y el ejercicio de la libertad, entre otros. Temas convocados aquí y que siguen generando preguntas en relación a nuestra implicación en el mundo y nuestro transitar por él y con los otros.

La obra de Genet y su vida, lo que sabemos de ella, son un referente del claroscuro humano. El maniqueísmo no cabe aquí. Las posibilidades que nos da el arte a través de las obras de los artistas son un recordatorio de que existe otro lenguaje que está alejado de la significación; vivimos en un exceso de ello, donde para todo hay una respuesta y solución. En Genet se

trastoca lo anterior. Genet es sinónimo de trasgresión y libertad, nos muestra esos sombríos sitios donde tememos mirar, donde somos a pesar de pretender ser otros. Sitios poco visitados y muchas veces negados. Allí tendríamos que detenernos un poco, sólo un poco. De allí que, desde Genet, con Sartre, el arte estará del lado opuesto a toda bondad humana. El arte como un espejo del pensamiento, el arte no sin el Mal. El Mal diría Sartre, el lugar geométrico de todas las contradicciones19, ¿quién se entrega sin reservas a ese lugar?, Genet es un ejemplo de ello.

Demos un salto al presente con todo el camino recorrido hasta aquí. ¿A quién le importa preguntarse por el pensamiento, el Mal, la Creación, el Arte en nuestro presente? La lógica de la inmediatez en nuestros días es la constante, este escrito es un pretexto para detenernos y ejercer un poco esa actividad tan olvidada y atribuida al humano: pensar. Hacer de la escritura una invitación a la turbación y a la reflexión.

El mundo nos exige aterrizar en un asunto que se ha vuelto cotidiano, con el peligro de que la indiferencia lo cobije y se vuelva un tema más simplemente. Un hecho actual que es, en realidad, la evidencia de una crisis en los derechos humanos: La migración. El pensamiento y nuestro presente. ¿Qué representan los migrantes en relación a lo aquí hablado? Huir de la tierra que me vio nacer por falta de oportunidades y pobreza; ser arrojado a otro sitio para ser tratado como un desecho. Y en el camino se va dejando la evidencia de lo que sin duda somos parte: nuestra propia porquería y deterioro. Porque las diferencias sociales, que se convierten en abismo, traen miseria, desarraigo, hediondez, violencia y más allá… Trasgredir, robar, todo lo que tenga que ver con la ilegalidad, son actos que vemos en ese camino a recorrer por multitudes de personas para poder acceder a aquello que otros sí tienen; para dejar de ser desecho simplemente y para entonces ser; tener una vida, posibilidades: un cobijo, una casa, comida y un nombre tal vez. Esa situación puede ser también un espejo donde podríamos mirar un poco más allá de la superficie. El tránsito de los migrantes no puede no representar el fracaso del mundo, de la humanidad que somos parte.

¿Trasgredir implica o representa la posibilidad de ser? Sí, como en Genet, ser un ladrón, aunque los hurtos y rapiñas, le dieron un sitio, una posibilidad, lo más propio que tenía, lo que le dio vida a sus escritos, sus más valiosas creaciones.

En otro escenario, esa trasgresión como posibilidad de ser, que va desde quebrantar las fronteras, cruzar un rio, todo lo necesario para ser, para tener otra posibilidad en el mundo, para tener un hogar, un nombre más allá de esa palabra que me hizo huir de lo que ya no es arraigo, ni vida, ni humanidad: migrante.

Y cierro pensando que cada uno de nosotros portamos a un malvado en nuestro interior y el arte es una posibilidad, un reflejo del pensamiento, pensamiento que devela nuestra oscuridad, las briznas de nuestra libertad coartada. Aquella contra la que a veces luchamos y entonces: escribimos, inventamos, pretendemos trastocar a través de las letras a modo de que la protesta humana tenga un lugar.

Jean Genet me implica. Ese hedor que despiden sus textos me atrae y me acerca a esa tiniebla de su alma que tiene un tipo de belleza que es como un canto y tal vez, sólo tal vez, eso habla un poco de mis tinieblas y las sombras donde encuentro preguntas que se hacen escritura y un poco más…Un espejo, un reflejo que me obliga a mirar donde el temor se presenta como defensa. 

Y cierro con unas briznas de escritura pensamiento en voz Sartre: Ahora se trata de hacer que aparezca el sujeto, el culpable, ese animal monstruoso y miserable en que corremos el peligro de convertirnos en cualquier momento…

¿0 ya lo somos?

Footnotes

  1. Camus, A. El mito de Sísifo. Ed. Losada. B. A. 1953. Pág. 16.
  2. El País. Versión electrónica. Miércoles, 16 de abril de 1986.
  3. El País. Versión electrónica. Miércoles, 16 de abril de 1986.
  4. SARTRE. SAN GENET, COMEDIANTE Y MÁRTIR. Ed. Losada. Buenos Aires, Ar. 2003. Pág. 36
  5. Ibídem. Pág. 37.
  6. Ibídem. Pág. 36.
  7. Ibídem. Pág. 38-39.
  8. 8 Ibídem. Pág. 40.
  9. Genet, J. Las criadas. Versión electrónica.
  10. Ídem
  11. Ídem
  12. SARTRE. SAN GENET, COMEDIANTE Y MÁRTIR. Ed. Losada. Buenos Aires, Ar. 2003. Pág. 36.
  13. Ibídem. Pág. 714-715.
  14. Ibidem. Pag. 689.
  15. Ibídem. Pág. 48-49
  16. Ibídem. Pág. 57
  17. Ibídem. Pág. 60-61. Las negritas son nuestras.
  18. 18 Ibídem. Pág. 16.
  19. Ibídem. Pág.60.