Catalina Winderbaum

“Como se hace?”, pregunta
El exilio la dejo desgarrada entre dos orillas.
Nunca termino de irse; nunca comenzó a llegar
Suspendida entre una patria idealizada por prohibida, y la extrañeza de una ciudad odiada por ajena.
Y entre dos orillas, una vida de sufrimientos repetidos, donde la sola idea de la dicha se le antoja traición.
Portadora de un malestar del que no puede decir nada, mudo testigo de acontecimientos que le pasan… por encima; no puede contar, no puede contarse.

Hace unos meses, las elecciones en su país la llenan de entusiasmo.
– Ud. no sabe lo que esto significa para mi!
– No – le digo – no se: cuénteme…
Y cuenta.
Que se había imaginado a la vida como una suma y se encuentra con restas que no puede hacer.
La traición, la muerte, los proyectos derrotados no entraban en la cuenta.
Todo quedo allá. Y ella se quedo sin todo eso. O “con” todo eso?
Había una pollera… muy linda… tal vez todavía este allí…

Hace algunas semanas decide que ella tiene que estar ahí el día que asuma Tabare.
Se imagina allí vestida de colores, como lo hacia en aquel tiempo, cuando ser tan joven y en esa época, creaba una coyuntura que elevaba al infinito la sensación de haber llegado justo a tiempo a una fiesta que estaba a punto de comenzar.
Si, se va a comprar un vestido.

Volvió en estos días.
Y cuenta.
Que por primera vez extraño Buenos Aires. Tanto, que a su regreso la anduvo paseando. Que tal vez podría tramitar la ciudadanía. Que tal vez, en unos anos, pueda pensar si quiere volver.
“Pero ahora – pregunta – como se hace? El olvido, no. Fueron muchas las heridas. Pero esto… la herida siempre abierta… Como se hace?”

Ese día se fue con su pregunta.
Y me dejo una revista para que leyera un articulo sobre un posible tratamiento para una dolencia fisica que padece.
Para mi sorpresa, encuentro en la revista y junto al articulo señalado un texto que será el remedio para su padecer? Se los leo:
ES un texto de Mario Benedetti, “Fundación del recuerdo”

“No es exactamente como fundar una ciudad sino, mas bien, como fundar una dinastía.

Un recuerdo bien fundado, un recuerdo con cimientos de solo, que con todo se asombro busca el amor y lo encuentra de a ratos o de a lustros. Puede durar un rumbo o, por lo menos, volver algunas noches a cavar su dulzura.

En realidad, no es como fundar una dinastía sino, mas bien, como fundar un estilo.

Un recuerdo sólidamente fundado fatalmente se acaba si no se lo renueva, es decir, es tan frágil que dura para siempre porque al cumplirse ek plazo lo rescatan los viejos reflectores del insomnio.

Bueno, tampoco es como fundar un estilo sino, mas bien, como fundar una doctrina.

Un recuerdo amorosamente fundado nos limpia los pulmones, nos aviva la sangre, nos sacude el otoño, nos renueva la piel y a veces convoca lo mejor que tenemos, el trocito de hazaña que nos toca cumplir. Y es claro que un recuerdo puede ser un escándalo que a veces nos recorre como un sol de franqueza, como una palma de todos los días que de repente se transforma en única. Pensándolo mejor, quizá no sea como fundar una doctrina sino, mas bien, como fundar un sueno.