Arturo H. Cuervo

Introducción

En un programa de televisión cuando todavía no se había devaluado el peso, discutían el presidente de la Unión Industrial Argentina (De Mendiguren) y un economista (Ávila). Mientras el presidente de la UIA se amparaba en un discurso donde se privilegiaba un proyecto Nacional, el economista le retruco: “Usted está aquí como un agente económico y como tal representa los intereses de su grupo, ya que todos actuamos por intereses egoístas”.

La crudeza de la respuesta del economista, molesta. Es esta molestia la que me llamó la atención. En primer lugar porque en algún punto el economista tenía razón, sería muy ingenuo pensar que el presidente de la UIA fuera el portavoz de los humildes. Desde esta perspectiva su discurso, si el representante de la UIA lo creyese, sería lo que llamamos en psicoanálisis una racionalización.

Pero además de malestar había una sorpresa, que es la que ha guiado este trabajo. Esta anécdota presenta un modo de pensar que es el que rige las teorizaciones dominantes en economía. Egoísmo e interés, éste último término remite al modo de alcanzar el máximo goce.

La sorpresa, decía más arriba, me ha guiado en este trabajo. Encontrarme con el término goce en un contexto que no me resultaba familiar, nos acerca al registro de lo siniestro. Es sabido que no ha sido el psicoanálisis el único en reflexionar sobre el goce, aunque podemos afirmar que lo ha redefinido. La poesía y el derecho ya han elucubrado sobre el mismo. El psicoanálisis, digamos groseramente, llama goce a lo que se opone al bienestar y al placer, de lo que se infiere que sea lo que sea el goce recae sobre el cuerpo de un sujeto.

Lacan ha llamado la atención sobre el uso del término goce en Freud, en la poesía, en el derecho y en la filosofía. Sin embargo no son muchas las referencias directas a la economía en el sentido moderno. Si hay referencias a Marx, pero, creo, que sería mucho más interesante relacionar la noción de goce con la noción de utilidad marginal en economía. Y ver si podemos inyectar en la teoría liberal de la economía la noción de goce tal como es pensada en psicoanálisis.

Previamente demos algunos elementos mínimos de economía para poder realizar esta inyección.

Utilidad marginal

El paso de la teoría económica clásica a la moderna es marcado por el paso de lo objetivo (el análisis de las relaciones sociales) a lo subjetivo (el análisis psicológico de la utilidad -goce- y el cambio de opinión).

Según la escuela de la utilidad marginal el fin de toda conducta humana es lograr el máximo de goce. Las dos leyes de Gossen presentan el modo en que se produce el goce.

La primera ley es el principio de utilidad decreciente, es decir, la cantidad de uno y el mismo goce disminuyen constantemente a medida que experimentamos dicho goce sin interrupción, hasta que se llega a saciarlo.

La segunda ley se refiere al modo en que se puede conseguir el máximo de todos los goces, esta ley enuncia que el placer máximo resulta de un nivel uniforme de necesidad-satisfacción.

El ejemplo clásico que encontramos es, paradójicamente, el del alimento. Según esta teoría si alguien consume un alimento deseado la primera vez la utilidad total es 0, en cambio la utilidad marginal es máxima, a medida que se consume el alimento la utilidad marginal es va disminuyendo y la utilidad total llega hasta un punto máximo y luego decae. Es lo que se muestra en el siguiente gráfico.

Lo que me interesa de este gráfico es que, por un lado, se supone que no existe la glotonería. Pues la glotonería implicaría que la utilidad total no alcanza su punto máximo y la utilidad marginal se negativiza.

Por otro lado, se enlaza con la manera en que la economía se representa al individuo, ya que supone que las preferencias (un nombre dado al deseo) pueden ser satisfechas por medio de los objetos de consumo. Es decir que para un deseo hay un objeto adecuado.

 

Psicoanálisis y marginalidad

Nuestro economista de inmediato dirá que conductas como la glotonería son irracionales. Efectivamente, la teoría moderna no considera gente como los neuróticos. Además de no considerar otro tipo de agentes.

Es sabido que considerar los agentes como racionales y egoístas supone, además, que todos los miembros poseen las mismas oportunidades para que la competencia entre los mismos llegue a producir un sistema que sea óptimo, es decir, que ninguno de los miembros de ese sistema económico gane u obtenga un beneficio a costa de un desmedro del bienestar del otro. Lamentablemente, de hecho, nuestras sociedades producen disimetrías entre sus miembros y en nuestras sociedades existen “irracionalidades”, las cuales van desde el glotón hasta el pobre.

¿Cómo explicar esta irracionalidad? Es aquí donde la economía puede ser inyectada por el psicoanálisis.

El primer aporte sería señalar que la irracionalidad existe si se identifica conciencia con psiquismo, es decir, que lo único que hay es un yo narcisista. De inmediato considerar el concepto de inconsciente permitiría hacer comprensibles esas irracionalidades. Ya que se vería que la constitución de es yo egoísta es un efecto de la violencia ejercida por el Otro. Lo que implica una disimetría constitutiva y no contingente.

El segundo aporte es considerar la redefinición del concepto de goce en el campo del psicoanálisis. Aquí es necesario ser más precisos. Si observamos el concepto de utilidad y de goce se desprende que se identifica placer con goce. Pero si seguimos el ejemplo del glotón se ve de inmediato que el goce no se identifica con el placer. Por lo tanto la misma teoría implícitamente introduce su propia perversión. El consumo de un objeto implica la posibilidad de consumir en exceso, no hay justo medio en el consumo, existe, podríamos decir, un imperativo: ¡Debes consumir!

El exceso y el defecto ordenan el modo en que los individuos se posicionan en el mercado: es decir como excluidos o como privilegiados. Cada cual colóquese en donde desee, y verá que en ninguno de esos lugares obtendrá la ansiada felicidad.

Se dirá rápidamente que una mejor distribución de la riqueza eliminará esos lugares, estoy de acuerdo. Pero seguramente creará otros lugares que no conducirán a mejor puerto ya que los sujetos, obsérvese que no digo los individuos, no siempre querrán obedecer mansamente un nuevo mandato, porque no se trata del nuevo mandato, sino de los efectos subjetivos que el mandato, cualquier mandato, produce en cada sujeto.

Lamentablemente para algunos o afortunadamente para otros, cada sujeto es singular. Podrán dársele al individuo una maximización de los medios de obtener la “felicidad”, sin embargo el sujeto siempre pide de más o de menos.

El saber sobre este límite no es un tope sino un principio sobre el cual construir modelos y teorías económicas acordes a una sociedad más justa.