Héctor Libertella
Apokripho (o apócrifo entre nosotros) quiere decir yo oculto. Y la literatura está llena de esa práctica donde no se si oculto algo o si yo quedo oculto en esa práctica.
Un crítico equis resumió así esta operación: “¿Cuantos de los viejos e inmortales autores que cité no nacieron aún y para hacerlos presentes tuve que escribir por ellos sus libros?”. Y al correr de la pluma fundaba una escuela de escritores fantasmas.
La teoría literaria está hoy preocupada por ese mecanismo, y para entenderlo se dedica a estudiar lo que dice llamarse “obras en colaboración”, en las que por ejemplo Borges y Bioy se esconden uno tras otro para que surja ese principio de tercero incluido que es “Bustos Domecq”. ¿Cómo funcionará entre ellos no sólo en el nivel frástico, gramatical sino, además, en el imaginario? ¿Quién habla por boca de quién cuando dos se vacían en el objeto para que Bustos Domecq pueda decir Yo?
Vamos a pensar por un rato un texto en colaboración donde intervienen seis,siete o más autores. Es el caso de Q, del megaescritor “Luther Blisset”, una obra que en el año 2000 dio un golpe de mercado en Europa. ¿Estará volviendo Europa a la moda del anonimato de la Edad Media? ¿A que otras disciplinas deberán recurrir la semiótica y la teoría del sujeto para explicar un fenómeno colectivo que se volvió libro? Existió acaso el autor si estudiamos con lupa la cuestión homérica?
Todo remite, una y una vez más, al Otro, uno de los sofisticados referentes del psicoanálisis: ese que habla calladamente en los capítulos de un libro colectivo.
Rimbaud no diría como Octavio Paz, yo soy otro, sino con invisible vuelta de tuerca, “yo es otro”.
Es la antropología la que viene en nuestro socorro para ayudarnos a leer esa frase. Cuando habla de tribu, la antropología nos advierte que en esa palabra no habría que ver la imagen de un conjunto de aborígenes en la selva exótica de Malasia, sino una arquitectura si se quiere tambien occidental, y tan accidental que la misma noción de espacio se deconstruye y nos corre siempre de lugar, al correr de la pluma.
Un celebre autor, también apócrifo él, C.L.S., nos cuenta lo que vio y escucho en algunos de sus estudios de campo: “Para ser Alguien, en aquella tribu todos hablan al mismo tiempo y se canjean unos por otros. Ahí, el que calla y no se canjea es Nadie”.